Todo inicia con publicaciones llamativas en redes sociales (Instagram, Facebook, WhatsApp, entre otras). A simple vista, aparentan ser una empresa seria, con alta rotación de vehículos y un número considerable de seguidores, lo que genera una falsa sensación de confianza.

Una vez se establece el primer contacto, invitan al cliente a sus oficinas físicas bajo la fachada de una “compraventa formal”, donde se procede a firmar un contrato con el fin de vender el vehículo o facilitar su adquisición. Hasta este punto, todo parece legítimo.

Si eres el vendedor: Una vez encuentran un supuesto comprador, te realizan un abono parcial. El monto restante (normalmente entre $2 a $5 millones) es retenido bajo diversas excusas administrativas o contables. Con el paso del tiempo, y sin recibir el pago pendiente, comprendes que has sido víctima de una estafa. La empresa continúa operando públicamente, exhibiendo vehículos en redes sociales, pero jamás te liquida lo que te corresponde.

Si eres el comprador: Te solicitan pagos por adelantado bajo conceptos como trámites, impuestos o separación del vehículo. Posteriormente, puede que no realicen el traspaso del vehículo o no paguen los impuestos acordados, quedando tú como responsable de esas obligaciones. El dinero ya ha sido entregado y la compraventa se desentiende.

Cuando decides acudir a la justicia, te enfrentas a un proceso desgastante. Lo máximo que podrás denunciar será por “abuso de confianza”. El caso, en la mayoría de los casos, no avanza. Te encuentras frustrado, sin respuestas ni soluciones efectivas.

Finalmente, como muchos otros afectados, solo te queda dejar constancia pública de tu experiencia para advertir a otros y evitar que más personas caigan en esta estafa encubierta bajo el nombre de negocio legal.